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En la historia del pensamiento político de estos dos últimos siglos, el nacionalismo, en sus diversas formas, ocupa un lugar preeminente. No sólo ha sido –y es– el centro de una intensa discusión doctrinal e ideológica, sino que ha presidido –y preside– una práctica política de signo múltiple.
Esta multilateralidad de la práctica es, precisamente, el primer elemento de desorientación. ¿Qué hay de común entre el nacionalismo exaltado y optimista de los jacobinos franceses, el nacionalismo historicista y conservador de los “junker” prusianos, el nacionalismo de los patriotas balcánicos, el nacionalismo patriarcal de los irlandeses y el nacionalismo catalán, por ejemplo, para concretarnos únicamnete a las grandes manifestaciones del siglo XIX? ¿Y qué elementos comunes pueden descubrirse entre estos diversos nacionalismos y el nacionalismo actual de las ex-colonias, de los países subdersarrolados que intentan emanciparse de la tutela de las grandes potencias? ¿O entre todos ellos y el nacionalismo de algunos países desarrollados, como el de la Francia gaullista o el de la Alemania Federal?
La diversidad misma de sus manifestaciones nos obliga a proceder con suma cautela, si no queremos perdernos en la vaguedad de generalización que nada dicen con querer decirlo todo. A primera vista, resulta evidente que entre el nacionalismo –o los nacionalismos– del siglo XIX y los del movimiento de emancipación colonial existen profundas diferencias no sólo de contexto histórico sino también de contenido social y de proyección política. Pero es que incluso los nacionalismos del siglo XIX ofrecen marcadas diferencias de matiz e, incluso, de contenido. No se puede englobar en un mismo concepto formas tan distintas como el culto a la patria de los jacobinos y la exaltación del espíritu nacional de los prusianos, por ejemplo, pero tampoco se puede decir que obedezcan a motivaciones históricas totalmente separadas.
Por todo ello, me ha parecido que la mejor vía de aproximación al tema es el estudio concreto de una de las formas del nacionalismo decimonónico: el nacionalismo catalán. He intentado seguir su génesis, sus avances y retrocesos, sus vacilaciones y sus afirmaciones, hasta llegar a la síntesis doctrinal de Prat de la Riba, resumen y potenciación, a la vez, de las corrientes anteriores.
He partido, para ello, de un doble supuesto metodológico. A) Que la aparición del nacionalismo catalán no puede desligarse de la lucha política de una burguesía para imponer su orden en todo el país, es decir, por realizar la misión histórica que a lo largo del siglo fueron cumpliendo las burguesías nacionales de los diversos países europeos; y B) Pese a su indivualidad histórica, a esa irrepetibilidad, el proceso de aparición y consolidación del nacionalismo catalán ofrece elementos generalizables, tanto en el plano práctico como en el teórico. Nuestro análisis ha intentaod poner de relieve, precisamente, esta “universalidad” del fenómeno, enfocándolo con una perspectiva crítico-sociológica. Los autores analizados no se estudian nunca al margen de los acontecimientos históricos y, sobre todo, de las perspectivas abiertas por la consolidación y la diferenciación de las distintas clases sociales.
Por esto el estudio se centra fundamentalmente, pero no únicamente, en la figura de Prat de la Riba. En él confluyen los elementos fundamentales de la corrientes anteriores, pero su síntesis deviene una verdadera matriz de la que los elementos anteriores salen potenciados. El estudio de la síntesis efectuada por Prat de la Riba permite ver, a mi entender, los elementos de fuerza y de debilidad del nacionalismo catalán, permitiendo comprender lo que tenía de específico y de universal.
(Extracto de la introducción de la tesis)